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[...]Pero como debí esperarlo, él guardó su distancia, aclaró su distancia y me miró con el ceño fruncido, - - Disculpe señora, pero creo que se equivoca, he venido para ver a su marido. - se sintió como un balde de agua congelada apuñalandome por todo el cuerpo, tanto que me quedé rígida sin saber qué hacer, sorprendida de que no me reconociera, o de que actuara como si no supiera quien soy, supongo que me lo tenía bien merecido, -- Si no me equivoco estará de vuelta en tres días y me ofreció quedarme en su casa mientras atiendo los negocios que me han traído a la ciudad.- asentí muy levemente sin poder salir de mi conmoción, por más que quisiera sacudirle fuertemente para que me recordara o que aceptara que me recordaba, no tenía ningún derecho de hacerlo, todo esto era mi culpa, había olvidado completamente la persona que era antes, la persona que era con él, por dejarme nublar por el maldito capricho que probablemente sólo venía de mi casta, pero eso no era excusa para haber olvidado quién soy en realidad, y quién me importa realmente, este era mi castigo, - - Además, ha debido de haber un mal entendido, por más que me resulta sumamente familiar yo juraría que no la conozco... - el agua congelada apuñalando todo mi cuerpo no había sido nada comparado a esas palabras, habían ido directamente a mi corazón, sentí como se estrujaba y se revolcaba por dentro sabiendo que me merecía eso y mucho más... Quise cambiar el tema, evadir la situación, hacerme la desentendida como si fuera cualquier otro invitado de mi... de mi... bueno, sólo quería que durante esos tres días o el tiempo que Hektor estuviese aquí, no tuviera que encontrarmelo de nuevo, ni cruzar palabra con él... por más que mi corazón fuera totalmente masoquista y quisiera no sólo verle y hablarle, sino avalanzarme sobre él, pedirle perdón desesperadamente y rogarle por... lo que fuera que pudiera hacer, lo haría. - Yo nunca te olvidé Hektor... - susurré con la cabeza baja, fue lo único que me permití decir, lo único en lo que mis labios se pusieron de acuerdo para decir sin romper en llanto. Di media vuelta y me dirigí al interior de la mansión nuevamente, pero la sirvienta me interceptó a medio camino, - La cena está servida, están preparados dos puestos en el comedor principal. - me dijo disimuladamente, - No creo que el caballero y yo comamos jun... - se me ocurrió la tonta de idea de que si pasaba más tiempo conmigo, podría recuperar a quién era antes y él podría verlo, tal vez quería ver un poco de esperanza para calmar mi miseria pero, podría ser sólo una excusa, igual la idea ya estaba plantada en mi cabeza y sólo deseaba pasar más tiempo con Hektor, aún si me odiaba, no me recordaba o si no cruzaba palabra conmigo, en mi mente sería todo diferente. - Caballero, me acaban de informar que ya podemos pasar al comedor principal, la cena está servida - dije con una sonrisa cordial para evitar sospechas de parte de la sirvienta, - Me hace el honor de acompañarme Caballero? - dije con la sirvienta aún presente, no podía decir que no, sería un acto considerado muy grosero y además sospechoso, pero si Hektor seguía siendo el mismo, los asuntos protocolares tal vez seguían sin importarle, espero que no.

-- Por supuesto.- sentí un gran alivio al escuchar esas palabras, pero luego fue sólo silencio hasta llegar al comedor, una vez ubicados, él rompió ese silencio - - ¿La decoración es cosa suya? - mi rostro fue de ¿Qué demonios? pero luego caí en cuenta, la sirvienta seguía aquí, - - Resulta exquisita... Un poco ostentosa para mi humilde gusto, pero he de reconocer que tiene clase. - miré la decoración con desgana, - No, yo no sé nada de eso, es obra de un decorador... - dije dejando la conversación colgando en el aire, después de todo seguía siendo la misma chica sencilla de antes, sólo que con un montón de asesores, etc etc, que habían nublado mi persona, - - Oye Rowena, siento haberme comportado de un modo tan infantil ahí afuera, lo que dije estuvo totalmente fuera de lugar y lo lamento. - dijo tan pronto la sirvienta dejó la habitación, negué con la cabeza ante su disculpa, la verdad es que la única que debía estar pidiendo disculpas era yo, años y años de disculpas, -- En cualquier caso, creo que lo mejor sería seguir actuando así, después de todo es lo mejor para tu matrimonio.- apreté mis puños al escuchar "matrimonio" de sus labios, - Sabes que... - quise decir que lo había hecho para olvidarlo, que no sentía nada por ese hombre que apenas veía, y que en verdad sólo me tenía de trofeo, no era un mal hombre, pero no era tan bueno como todos creían, que el estúpido tema de mezclar castas realmente me había convencido y que desde que lo dejé no había dejado de arrepentirme cada día de mi vida por haber cometido el peor error de mi vida, que ni las joyas, ni los lujos, ni todo el dinero del mundo podían reemplazarlo a él, que lo sentía y que si hubiera algo que pudiera hacer para arreglarlo lo haría sin pensarlo pero... decidí cambiar el tema, - Recuerdas esa noche que llegamos a casa peleando por alguna tontería, y al momento de sentarnos a cenar no nos dirigíamos la palabra?... y terminamos haciendo una guerra de comida y riendo y... - no pude terminar de contar lo que pasó esa noche, era muy doloroso recordar el roce de su piel contra la mía, y esos tiempos simples y felices, apreté un poco el mantel debajo de mis manos, mientras no dejaba de mirar el plato vacío frente a mí, en poco tiempo entraría el ayudante del cocinero con la cena y yo estaba a punto de romper en llanto, mis ojos llenos de lágrimas a punto de caer, - Lo lamento, no tienes idea de cuánto lo lamento, no hay día que pase sin que piense en tí, en nosotros, en lo que dejé por mis miedos, en cómo estoy atascada con un hombre al que no amo y que apenas veo, que por más generoso que sea, no es tan bueno como todos creen, que nada de lo que tengo ahora podrá jamás reemplazarte y que si pudiera regresar el tiempo y borrar todo lo que hice lo haría sin pensarlo no importa qué... - solté como si no pudiera controlar mis palabras, era algo que me había guardado por tanto tiempo y que simplemente no pude evitar soltarle, en eso llegó el asistente de cocinero con otros sirvientes para dejar la comida en la mesa e irse tan pronto como llegaron, sin siquiera mirarnos. Tomé un profundo respiro y sólo le miré.